viernes, 24 de diciembre de 2010

Le temblaban las piernas, llegaba un poco tarde, sí. Pero solo un par de minutos, si hubiera llegado antes se le hubiera hecho eterno. Y allí estaba, con su olor especial y esa sonrisa de oreja a oreja, la misma que se le quedó a ella. Permanecían los dos callados, pero con una mirada lo decían todo. Nunca había sentido algo tan fuerte, tanto que dejase todo de lado por él, hacer lo que quisiera él y dar su vida por él.
-¿Dónde quieres ir?
-Me da igual, esta vez eliges tú.
Esta vez yo, esta vez me toca mover a mí. Haz lo que yo te diga, todo va a salir bien, en esto nunca fallo, bueno, casi nunca. Un desliz lo tiene cualquiera.

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